Continuamos con la sección de entrevistas y hoy nos acercamos a conocer el proyecto empresarial de Carmen Valencia que nos ha contado sus comienzos y todo el proceso que ha llevado a cabo para crear el proyecto Innofisio.
P – ¿Cuando te decidiste a emprender y qué te animó a ello?
R – Decidí lanzarme a la aventura en 2008, tras 3 años trabajando por cuenta ajena.
Tanto la carrera como mis primeros años de experiencia supusieron una cierta decepción para mí: estudiamos mucho, nos exigían mucho y sin embargo me pareció que el enfoque era demasiado encorsetado y con una visión tan limitada como poco centrada en el paciente. No podía dejar de pensar que la fisioterapia así entendida no aportaba ni una fracción del valor que podía aportar. Durante un año en Italia recobré la ilusión, porque allí vi que era posible hacer las cosas de otra manera. Tras volver a España, trabajar en un par de clínicas y formarme en muchas y diversas técnicas, decidí que había llegado el momento de hacer las cosas como yo consideraba que eran más adecuadas.
Decidí crear un modelo de trabajo en el que el paciente fuera el centro del tratamiento, explicándole de manera didáctica el origen del problema y haciéndole partícipe del tratamiento. La respuesta no pudo ser mejor, logrando ganarnos la confianza de un número cada vez mayor de paciente.
P – ¿Has iniciado esta aventura en solitario o has contado con más socios?
R – Empecé la aventura yo sola pero el rápido crecimiento me ha permitido apostar por la construcción de un gran equipo. A día de hoy tengo el privilegio de contar con un equipo de ocho personas que sienten la clínica como si fuera suya y en las que confío ciegamente. Esto nos ha permitido asimismo ir desarrollando distintas especialidades en áreas como la osteopatía, la pediatría y la obstetricia, cubriendo así de forma más amplia y puntera los distintos problemas de nuestros pacientes.
P – ¿Cuál fue la inversión inicial? ¿Cuánto tiempo tardaste en tener la clínica funcionando?
R – Innofisio fue un proyecto que fue evolucionando. En un primer momento nació como un despacho profesional en mi vivienda, de modo que la inversión fue mínima: la justa para crear una sala de espera, pintar y montar la consulta. De hecho, el mayor coste no se midió en términos económicos sino en esfuerzo personal, sobre todo por lo difícil y frustrante que resultó conseguir la licencia del Ayuntamiento y de Sanidad.
Conforme fue creciendo, fui destinando el resto del piso a la clínica, transformando poco a poco el resto de habitaciones. Estuvimos así tres años, hasta que nos surgió la oportunidad de instalarnos en un local a pie de calle en el mismo edificio. En esta ocasión sí que necesitamos una mayor inversión: gastamos cerca de 60.000 € en reformarlo y adecuarlo, además (una vez más) de un gran esfuerzo personal. De nuevo, la licencia fue lo peor: la ineficacia del proceso nos llegó a condicionar la apertura y nos arrancó más de un lágrima de frustración.
Pudimos recuperar la inversión al final del primer año, gracias en gran medida a que no era una clínica que abría de cero, sino que ya tenía un ritmo de facturación instaurado y creciente. Dicho lo cual, la mayor visibilidad por estar a pie de calle supuso un gran empuje.
P – ¿Qué métodos utilizaste para dar a conocer tu nuevo negocio?
R – Al principio dependíamos del boca a boca pero pronto nos dimos cuenta de que internet era el futuro y que decidimos hacernos “amigos de Google”. Eso nos llevó a dedicar mucho esfuerzo a la creación de la página web y a optimizarla para los buscadores. No siempre fue sencillo. De todos los errores que cometimos probablemente el peor fue confiar en gente inadecuada: un proveedor en concreto nos prometió un gran crecimiento y sin embargo acabamos sufriendo una penalización en nuestro posicionamiento de Google por uso de técnicas fraudulentas. Mi aprendizaje fue la confirmación que, como buen emprendedor, nos toca saber de todo para mantener el control… Y si de algo no sabes, toca preguntar mucho y enterarse porque al fin y al cabo delegas el trabajo, pero no la responsabilidad.
A día de hoy, nuestra forma de captación principal sigue siendo el boca a boca, seguido por internet, tanto por posicionamiento natural en Google como por campañas puntuales de publicidad online.
P – ¿Qué es lo que más te gusta de haberte embarcado en este proyecto?
R – Como profesional y apasionada de la fisioterapia: el poder trabajar como yo quería, en un proyecto dinámico que vamos perfeccionando día a día conforme vamos viendo áreas de mejora. El equipo se reúne todas las semanas para tener una sesión clínica donde hablar de los casos complejos que hemos tenido y aprender de ellos. Además, dos veces al año acordamos cambios que podrían venirnos bien, los implantamos y a los 6 meses reevaluamos. Por último, una vez al año me siento con cada miembro del equipo para hablar de perspectivas: de hacia dónde quieren crecer y si quieren formarse en algo nuevo. Una de las cosas que más me preocupa es que en nuestra profesión es muy fácil sentir que se ha tocado techo. Para mantener la motivación y las ganas, es esencial alejarte del sentimiento de hacer “sota, caballo y rey”.
A nivel personal me apasiona la gestión de personas, aunque evidentemente también supone un gran reto y un gran esfuerzo a nivel empático. No siempre es fácil ponerse en la piel de otra persona que tiene una forma de pensar muy distinta a la tuya. Mi mayor orgullo es pensar que la gente que está conmigo se siente escuchada y valorada. Me gusta saber que están ilusionados y con la seguridad laboral para poder crecer a nivel personal. Esto me hace sentir que aporto mi granito de arena a la sociedad creando algo más allá de mi pura labor asistencial.
P – ¿Qué es lo que menos te gusta de esta aventura?
R – Mentiría si dijera que me gusta que me saquen de mi zona de confort y que me gustan los imprevistos… no, no me gustan, aunque sin duda son esos pequeños baches los que me han hecho crecer, me han hecho evolucionar y me han ayudado a relativizar y controlar el dramatismo que a veces me invade.
Pero lo que realmente me irrita es la sensación de zancadilla permanente que tengo por parte de la administración pública. En lugar de apoyar el emprendimiento, da la impresión que son todo trabas: desde la opacidad e ineficiencia de las licencias, hasta la cantidad ingente de exigencias (e inexistentes ayudas para cumplir) en materias de fiscalidad, laboral, riesgos, protección de datos, etc. Así que para tener una clínica, no vale con saber cómo llevar un negocio y cómo gestionar un equipo, sino que además tienes que saber de todos estos temas, porque aunque cuentes con asesores (que obviamente no son baratos) al final el responsable último de lo que ocurre eres tú. Al final vives con la eterna sensación de ¿lo estaré haciendo bien?
P – ¿Qué consejos le darías a alguien que quiera empezar su negocio?
R – Que lea libros de gente que ha emprendido y que sea sincero consigo mismo. Es particularmente importante entender su motivación para querer emprender: ¿Es puramente para encontrar trabajo o realmente quiero crear equipo y contar con gente?
Trabajando una persona sola como autónomo se sufre mucho: tienes mucha incertidumbre y el 100% de la facturación depende de ti, de modo que no tienes margen de maniobra ni para ponerte malo, ni para poder crecer en ninguna dirección. Pero a su vez llevar equipos es todo un mundo y te tiene que motivar mínimamente.
Es importante conocer dónde te sientes más cómodo, sin que ello signifique que las personas no evolucionan y pueden plantearse objetivos distintos con el tiempo. Algunos sufren teniendo un horario fijo y alguien que les diga lo que tiene que hacer. Otros al contrario prefieren eso a tener que asumir responsabilidad, enfrentarse a conflictos o decisiones difíciles, y por supuesto a tener una mayor incertidumbre laboral y económica.
De modo que mi consejo principal es ser sincero con uno mismo y saber en qué posición estamos más cómodo: ser muy bueno técnicamente nunca debería ser la única motivación para montar algo.
Si realmente alguien quiere tener un negocio: que aprenda a trabajar las relaciones interpersonales, que aprenda mucha psicología, que aprenda a ganarse la confianza de su equipo y que aprenda a delegar. Hay que trabajar la humildad y saber que para crecer, lo importante es rodearte de gente tan buena como tú o incluso mejor… y aceptar que tu manera de hacer las cosas no es la única válida.
Y por supuesto mi último consejo sería: disfruta del camino. Los éxitos no vienen siempre a la primera pero mientras logremos sacar un aprendizaje y disfrutar del viaje, habrá merecido la pena.
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